domingo, 30 de diciembre de 2007

Repaso


Hoy no empiezo hablando sobre mí. Toca repasar este año. De forma objetiva. Creo.

Porque murió gente donde ya lo venía haciendo. Por los motivos de siempre. Las guerras de las que no nos enteramos continuaron sembrando odio y sangre. Iberoamérica sacó pecho para enfrentarse a quien menos le conviene. Por fin surgió algo de conciencia seria sobre los retos medioambientales. La derecha española tomó la biblia como libro de cabecera. Con la colaboración espontánea de quienes se denominan víctimas. Y se pusieron las bases para la futura proclamación de un Estado Republicano Federal Asimétrico.

Por su lado, los precios de los alimentos básicos se pusieron por las nubes. Ésta vez la excusa era que los cereales han comenzado a emplearse para producir biocombustible, además del consabido creciente consumo de China. En fin, reduccionismo economicista en base a la ley de la oferta y la demanda. Como si esto fuera un mercado perfecto. Como si todos dispusiéramos de información completa, no existieran barreras a la entrada, nuestras preferencias se fundamentaran en la no saciedad y no se generaran externalidades. Mientras tanto, los agricultores y ganaderos palentinos se frotan las manos por lo bien que les han pagado las cosechas los hipócritas neoliberales, a pesar de la plaga de topillos. Carpaccio de bakala para todos.

Si hablamos de México, el tráfico ha sido imposible. En Barcelona funcionó mal el servicio de cercanías que comunica la costa con la ciudad, por no hablar de los problemas con el AVE. En Las Palmas no se ha creado trabajo. Alicante siguió siendo fea. Y Valladolid generó pocas producciones teatrales.

Termina el año con una huelga de los empleados de limpieza en el metro de Madrid. La situación es crítica, pero aún salubre. La mayor parte de la basura acumulada en estaciones y andenes la componen trozos de periódicos y cartulinas de billetes usados. Todo se puede barrer sin problemas. Costará más sacar las manchas de grasa, pero sólo es cuestión de tiempo.

Me han contado que quizá una relación cerrada sea un mero contrato originado por la propia inseguridad en nosotros mismos. La renuncia a la libertad para conseguir una cierta estabilidad. Descartar lo que te puede apetecer para conservar lo que tienes. Frustración para seguir adelante. Muchas reflexiones, con castigos incluidos. Un año de resumen para varios.

Y ahora voy ya a lo mío (como si lo anterior no lo fuera...) Sólo expresar mi deseo de que las personas que han venido nuevas sigan cerquita. Porque, dios, no sabéis lo que valéis. Prefiero no dar nombres, pero vosotros lo sabéis. Y quien ha salido, habiendo aportando antes algo muy importante, sólo puedo decir: gracias por haber estado ahí. Y perdón. No quise hacer daño.


Que el próximo año sea mejor. O no.
Que el vértigo siga sin tratamiento.
Que las imágenes cobren una tercera dimensión.
Que la ilusión campe a sus anchas por estas tierras resecas, a veces sin color.
Y que tú me ayudes a ser feliz.



domingo, 23 de diciembre de 2007

La winwi



Mi madre me agarraba del brazo izquierdo. La profesora tiraba del derecho, hacia la entrada. Pataleaba. Gritaba. De puros nervios, terminé por vomitar junto a la puerta. Entre lágrimas, les intentaba hacer entender que lo único que quería era irme a casa con mi winwi. Era una almohada pequeñita que mi madre me había bordado a conciencia para que me pudiera entretener rascándola. Me pasaba horas así. Tengo lúcidos recuerdos de estar sentado arriba del sofá, con el chupete, y mi abuelo diciéndome que dejara por un momento la winwi para darle un beso.

Por aquella época no sabría cómo transcribir tales fonemas. De hecho, no sabía ni leer ni escribir. Comencé esa andadura en el centro de párvulos instalado de manera provisional dentro del convento que aparece en la imagen superior, al que ahora acude a misa de forma multitudinaria lo más rancio de Palencia. Aún no habían terminado las obras de mi futuro colegio. Por cierto, el día de la inauguración, colocaron una placa que durante los años que permanecí allí no llegué a entender. Ponía: "Estado Español. Colegio Públio Jorge Manrique". ¿Qué era el Estado Español? Lo de Jorge Manrique me lo contaron años más tarde (lo sigo recitando), pero esa otra expresión la he interiorizado recientemente.



Hoy volví a pisar, por primera vez desde que abandoné preescolar, el patio donde nos juntaban a los niños y a las niñas para jugar en el recreo. Estábamos organizados en clases separadas, pero siempre que podía me escapaba al aula de al lado para ver a mi vecina. El patio parecía entonces tan grande... Lo está restaurando una escuela taller, supongo que para darlo un nuevo uso cultural, como tantos otros espacios similares. Mientras lo fotografiaba, se me ha venido a la mente una imagen que provocó en Pili una tierna sonrisa. En casa, merendando un bocadillo de chocolate con mantequilla y confesándole a mi madre: no me extraña que los niños jueguen con Beatriz, es tan guapa... Y yo muerto de la vergüenza ante la espontánea reacción que surgió alrededor, escondiéndome debajo de la mesa de la cocina.

A uno se le graban a fuego en la memoria historias muy curiosas, sucedidas hace varias décadas. Salen a la luz con facilidad, sólo es necesario pulsar el botón adecuado. Muchas cosas han cambiado desde entonces, en el país, en la familia, en lo personal. Todo está irreconocible. Este año que va consumiéndose ha sido uno de los claves para ello. Sobre todo, para acercarme a mí mismo. Con la ayuda de varios de los que aquí me leen de manera recurrente (os quiero). Pero, sobre todo, dejándome actuar, que ya era hora. Y me he terminado por convertir en esto.


viernes, 21 de diciembre de 2007

Frío


El día con menos luz del año. Entrar de noche en la oficina. Salir ya también a tientas. Palidez en la cara, por la ausencia de vitamina D. Podríamos criticarlo en muchos aspectos, pero lo cierto es que el otoño cumplió su cometido. Comienza el invierno. El frío se me da bien, supongo que la tierra marca carácter. Aunque útimamente me haga temblar. Pero el calor va por dentro.

Navidad a la vista. Llevo conmigo la entrañable compañía de tres móviles, dos portátiles y un módem. Imagino que forman una moderna escena de portal de Belén, cual Reyes Magos, la Virgen, San José y el Niño. Echo de menos al buey y a la mula, pero no me faltan candidatos para cubrirlos. Pastorcillos tampoco. Para adorar al niño.

A ver si se suaviza algo la temperatura y con la humedad de estos días nacen setas por los páramos castellanos. ¿Dónde irá toda la vida que en algún momento no llega a brotar? No quiero que me dejen de pasar cosas. Estoy aquí.


domingo, 16 de diciembre de 2007

All I need is time (quizá)


Se dice que muchos madrileños pertenecen a la generación del 27. Es una línea de autobús que baja por toda la Castellana, Recoletos y Paseo del Prado para morir en Embajadores. A veces, de vuelta a casa desde nunca se sabe dónde, viajo en el 27. Me evado mientras escucho la música que me pasas. Mirando hacia un lado y otro de la gran avenida. Admirando la nueva arquitectura del estado español y comparándola con los edificios señoriales que comienzan a surgir desde Gregorio Marañón. La jardinería es perfecta, una de las pocas zonas de la ciudad que mima el ayuntamiento.

Tú no sé si eres perfecto, pero me da igual. Estos trayectos le llevan a uno a meterse como para adentro. Porque algo está pasando. Pero no sé cómo afrontarlo. Me siento como un volcán en la antesala de una erupción. Ahora sí, necesito que me abraces, porque el temblor anuncia ajustes peligrosos. Y no es por egocentrismo, créeme. Que si hace falta hasta me pongo de puntillas. No sé si quiero ser así. Antes me resultaba todo más fácil. Creo que esto no era lo que había previsto para mí. Quizá esté tirando piedras sobre mí mismo. Y estoy asustado. Me lo estoy temiendo...






Por cierto, mañana te echaré de menos. Tengo que acostumbrarme a la nueva situación.

lunes, 10 de diciembre de 2007

No eres pa mis nervios



Un año me ha costado.

Ya me puedo borrar del gimnasio.

Por fin le he visto desnudo.

Creo que estoy preparado para morir tranquilo.

No me queda por delante nada mejor que admirar.




You are not for my nerves.




domingo, 9 de diciembre de 2007

Me ronda


Te has vuelto a convertir en el apéndice de otra persona, sin autonomía, otra vez. Gestiono compras de CDs y reserva de hoteles. Que les den a los que piensan que eres un cerdo egoísta. El de la foto no era yo. Me estoy enamorando de Madrid, pero osaría a cambiar de continente, mudarme a otra nación o, al menos, abandonar la península. Dale dale. Fomento cada día más mi imagen de frívolo del que conviene huir. ¡Qué grande Marta! Mierda, tú también, pues habrá que echarle imaginación. Vino para uno. Abrázame. Manifiéstate por Sol. Me pido al efebo romano. Sonríeme, anda. Quiero que vengas a verme. Toma toma. Nos fijamos en los mismos, esto parece una competición. Lentejas con arroz. Me debes unos links. No te voy a echar de menos estos días en particular, lo hago siempre. Tarifa web de Renfe. Me gustaría ser feliz, pero sin parecerme a Tamara Falcó. Pon a un ucraniano en tu vida. Algo ligerito, sí, roquefort burger con muchas patatas fritas. ¿Cuándo quedamos solos? En los 90 llevaba melenas y perilla. Nos vemos en Navidad. Aprendí a usar la webcam. Y soy el menos indicado para criticar.

Tengo cosas que procesar.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Por ti


Ya caen las últimas hojas que aún permanecían, impasibles, apoltronadas en las ramas bajas de los árboles. El cansancio acumulado tras muchos meses de fotosíntesis parece suficiente para desprenderse de ellas. La ausencia de frío no justificaría, en otro caso, la pérdida.

Madrid hierve estas semanas finales del año. La iluminación extraordinaria lleva ya unos días encendida. Los agentes de (in)movilidad comienzan a realizar cortes selectivos de tráfico, para impedir el colapso circulatorio en la almendra central ante la falta de aparcamiento. Los peatones caminan en procesión por la Gran Vía, impulsados por un ataque consumista, penando en búsqueda de regalos. Mientras tanto, las salas de cine reservan para estos días los mejores estrenos, la cartelera teatral rebosa de vida y grandes exposiciones se anuncian por doquier. Compaginemos todo ello con la cena de los compañeros de trabajo, la comida con el cliente, la celebración por el cumplimiento de objetivos del proyecto, la despedida de un fichaje, reencuentros, el descubrimiento de nuevas personas...

Y, sin embargo, estaría dispuesto a no llegar a ver el espectáculo de la caída de las hojas.
Y a encontrarme a oscuras.
Y a quedarme encerrado en casa.
Y a no tener regalo de Navidad.
Y a ver cine cuyos diálogos no entiendo bien.
Y a no asistir al último estreno del CDN.
Y a perderme tantos eventos sociales.

Estaría dispuesto a renunciar a todo. Con tal de tenerte a ti.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Quiero chocolate


Últimamente no me apetece demasiado escribir. Y eso que ahora creo tener algo más de tiempo, pues he decidido poner coto a mi estrés habitual. Pero esta situación no se debe precisamente a que haya bajado el ritmo vital. Mi hipeactividad habitual se ha transormado en lo siguiente durante las últimas semanas:

- Me he sentido frustrado casi todos los días.
- He optado por reírme siempre que me apetezca.
- Estuve a punto de llorar en más de un momento.
- He soñado estando despierto.
- Cada vez lo encuentro más lejos.
- Estoy haciendo reajustes y el encaje no siempre resulta suave.
- Me he enamorado cuatro veces, de personas distintas, nuevas.
- Me he enamorado en siete ocasiones adicionales, de otras dos personas ya conocidas.

Sí, vale, ya sé. No es amor, sino capricho. Pero es que estoy de un caprichoso...

Quiero chocolate. Yo también.

Dice mi jefa que la llamaban la risitas en el instituto (¿¡Quién lo diría!?) Pero que este trabajo la ha cambiado por completo y pueden pasar semanas sin que apenas sonría, ni siquiera delante de sus hijos pequeños. Espero que a mí no me cambie. Con lo sencillo que es sonreír... Por ejemplo, sólo con pensar en ti lo puedo conseguir. ¿Ves? Ya está. Una sonrisa de colores. Amarilla, roja, azul, verde, blanca y negra. Es bonito todo cuando lo hacemos fácil.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Todo eso y más



La luz de cada ciudad es diferente. Aquella no tiene nada que ver con la calidez de la de Madrid. La fría energía del sol de este otoño sosegado aporta allí tonalidades de un amarillo viscoso, que atrapa la memoria durante un paseo embobado a lo largo de Bogatell, al son del Réquiem de Mozart.







La discrección catalana a veces me desquicia. Llevan a su esencia la expresión del vive y deja vivir. No estoy acostumbrado a ello, por mucho que lo admire. De ahí que si dejo volar mi descaro habitual con la libertad de un pájaro, no resulte extraño que llegue a poner rojo a alguien.






Cuando la luna tiene cerco, anuncia una helada nocturna. Hay que entrar en calor. Nada mejor para solucionarlo que correr delante unos mossos de uniforme azul. Su porra no discrimina entre los espectadores de la verdad. No sé por qué estas cosas me hacen sentir vivo. No creo que sea sólo cuestión de adrenalina.





El verde no hace juego con esta pegatina.
Y la mujer se desencaja. ¿No te gusta? Uno de los momentos más surrealísticamente divertidos de los últimos tiempos. Me hacen falta muchos más ataques de risa. Entrañable, también la princesa que actúa en el pequeño Estado.






Me atrae el lado cutre de las ciudades, las hace más acogedoras, menos distantes. Un barrio ciertamente marginal, con un inusitado peligro de conflicto social, se ve salpicado de blanco. Resulta indiferente que este matiz lo proporcione un restaurante o un centro de arte. Es igual, la necesidad de caricia del paisaje será la misma.





Rodrigo usa ropa interior negra. Se deja entrever porque lleva los dos primeros botones del pantalón desabrochados y unos tirantes apenas logran sujetarlo. Desde el otro lado de la barra del Arena Vip se muestra absolutamente eficiente poniendo las copas. Pero le da tiempo a mirarme. Y enseña una sonrisa que me hace ver las estrellas. Una sonrisa preciosa, perfilada por unos labios que aún saben mejor.


lunes, 12 de noviembre de 2007

Un poco para todo


Hay quien nació para ser besado.

Con otros, me lanzo directamente a abrazarlos.

Alguno sólo se tercia para escuchar.

O para poder hablar.

Las caricias tienen dueño propio.

A veces, incluso se transforman en un continuo rascar.

Y hay miradas con foco fijo.

Para follar, está claro el modelo que elijo.

No puedo parar de oler a quien tú sabes.

Un piercing puede ser una perdición.

Y mejor no insistir en dormir con la cabeza sobre mi pecho.

Los más lanzados sirven sobre todo para comer.

Aprecio fundamentalmente a quien me acompaña a pasear por Madrid.

Si es en silencio, mejor.

Para que crujan las hojas de este otoño tranquilo al caminar.

Pero si me haces reír, me tienes ganado.



Quiero reirme. Y empezar a torcer antes la boca, como si estuviera luchando por no hacerlo.
Maldita insatisfacción que, gracias a todo esto, a veces me deja vivir.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Lo peor de Madrid


Desdel el parque empresarial en el que conviven laempresaquemequitalavida y laempresaquemepaga con una placidez tal que recuerda los tiempos franquistas, antaño se divisaba Madrid. Los más viejos del lugar relatan cómo los rayos del sol iluminaban la capital del Reino al atardecer, otorgando cierta majestad a las torres de Madrid, España, Picasso, Kio, y las que aún se encuentran en construcción en terrenos del antiguo centro deportivo del Real Madrid.
Pero ya no se puede disfrutar de esa vista que transformaba la ciudad en una entidad mucho más abarcable y que le invitaba a uno a evadirse entre las historias allí vividas. El anticiclón de las Azores se encuentra inusualmente más al norte de lo habitual para estas fechas y, como peligrosa consecuencia, abandona una absoluta estabilidad atmosférica sobre toda la zona oeste peninsular. Muchas semanas ya sin llover y sin viento, que permiten que una densa capa de contaminación oculte la silueta de Madrid. Cuando uno se acerca a las primeras calles, resulta inevitable hacerse la siguiente pregunta: ¿de verdad me tengo que meter debajo de esa boina?

Este fenómeno me afecta personalmente hasta el punto de que casi no puedo ni abrir ya los ojos, de pura sequedad. Se me ponen rojos y me escuecen. Los labios también comienzan a agrietarse y la piel de la cara está tirante, asegurando una masacre en mi próximo afeitado.

Sin embargo, con ello quizá sobreviva, aunque poco a poco nos esté matando a todos los que aquí nos disfrazamos. Sin embargo, otros ataques pueden resultar mucho más fulminantes. Cierto es que tengo días en los que fácilmente se me podría aplicar la ley de peligrosidad social o de vagos y maleantes (no sé cuál de las dos era en realidad). Y mira que los insultos me dan igual, paso de ellos, por mucho que me sorprenda que en el año 2007 alguien se sienta ofendido por algunas escenas que presencian, hasta el punto de gritarte cosas malas por la calle Fuencarral.
Pero de verdad, de ahí a que te tiren un madero de más de un metro de largo, con sus correspondientes clavos incrustrados, desde el otro lado de la calle Montera, pues, en fin, hay un trecho. Menos mal que uno lleva ya un año en el gimnasio y ha conseguido un hombro interesante como para que el objeto se detuviera ahí sin mayores consecuencias. Me cogió despistado y prefiero no pensar en lo que habría ocurrido si se hubiera desviado 15 centímetros arriba. Para que luego digan que 15 centímetros no son nada.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Escarcha sobre hierro


Antes de que te fueras, quise asomarme para disfrutar del amanecer. Me mojé al abrir la contraventana de hierro, pues la escarcha se había posado sobre los pellizcos de metralla dilapidados durante la guerra civil. La sabia rehabilitación del antiguo cuartel republicano, para su conversión en viviendas sociales, había conservado esas incrustaciones, memoria histórica viva.

Enseguida, el aún tímido sol que se asomaba haciéndose un hueco entre las moles que circundan la Plaza de Oriente, se animó a golpearme, cual chorro de lucidez, directamente en la cara. Resulta irónico imaginar en esa misma posición a un soldado leal al Estado, observando delante, a lo lejos, la efigie del entonces llamado Palacio Nacional. En su defensa de Madrid, jamás podría prever que su balcón central acogería décadas después la masa corporal de una figura pretenciosamente humana, que nos alertaría sin pausa acerca de conspiraciones judeo - masónicas - izquierdistas obsesionadas con atentar contra la unidad de la patria.

El pronto calor que comencé a sentir, impropio, sin duda, de la fecha que el calendario se empeña en fijar, me sacó de mi ensimismamiento y me percaté de que estabas detrás. Y me llenaste de tranquilidad. De hecho, me habías proporcionado unas horas de intenso placer. Sobre todo espiritual. Una noche de efímero bienestar que atrae las ilusiones repartiendo vértigos temblorosos.

Dispuesto a soñar junto a mi soledad impuesta, te acompañé a la salida. Con la puerta ya abierta, sólo te atreviste a pronunciar cinco palabras. Tus ojos brillantes, que anunciaban la proximidad de una humedad rectante, me las anticiparon. En tus labios sonaron aún más bonitas. Sólo quiero que me quieras. Eso dijiste, con aspecto inocente. Pero sabes que ahora no puedo.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Contradicciones (III)


¿Por qué nos empeñamos en hacer todo mucho más dificil de lo que en principio parece?


A veces, basta con dosificar algo de lógica. En este sentido, incluso te podría dar 25 razones para justificarme.


Pero no, la lógica en este caso no aplica. Mejor dejarse llevar por lo que a uno le pida el cuerpo en cada momento. El mío, día tras día, me sigue rogando que le conceda algo parecido a lo que me hiciste sentir.


lunes, 29 de octubre de 2007

De golpe


Voy a intentar no derivar en lo soez. Pero es probable que no lo logre.

No es el que más bueno está. Ni siquiera el más guapo. Pero, con diferencia, es el que más morbo desprende. Si no habla, la sensación es mucho mejor. Pero compensa, con su cuerpo pequeñito, bien trabajado, su cresta, su pinta de malo. Es el chico de la catana, también conocido como el chico de la navaja. El utensilio afilado con el que se le reconoce depende de la gradación de su agresividad aparente.

El chico de la navaja y yo. Solos en la terma del gimnasio. Uno enfrente del otro. No quiero resultar soez. Tengo que cuidar esta imagen de chico bueno, virginal y melancólico que me estoy criando. Pero el chico que el sábado no tenía aún nombre propio... en fin... cómo describirle bajo una capa de humedad que se le pegaba en la piel y resbalaba hacia zonas cuya definición desembocaría en la formulación de palabras que pueden herir ciertas dignidades. Sobre todo por el efecto de la comparación. Paro, no quiero resultar soez.

Diosmi, diosmi, ¿qué me está sucediendo? No sé si me mira, si lo que hago es provocarle o si simplemente estoy quedando como un imbécil. Pero la percepción de abandonar un estado de aletargamiento me sorprendió. Me aterró, más bien, ante la imposibilidad de controlarlo.

Y es así, cómo, de golpe, dejé de ser asexual.

Esto sucedió el sábado. Antes, por tanto, de escribir mi post de abajo. Como de costumbre, se fue, sin más, a pesar de seguir mirándonos con cierta imagen de desasosiego.

Gracias, chic@s, por vuestros consejos y ánimos para dar los pasos oportunos y no dejar escapar ocasiones atractivas. Gracias. De verdad.

domingo, 28 de octubre de 2007

Contradicciones (II)


Si nos llevamos observando desde lejos.
Si nos seguimos mirando cuando, por fin, nos cruzamos.
Si me doy la vuelta y tú has hecho lo mismo.
Si te has parado con aire decidido, mientras estoy esperando a que dés el paso definitivo...

Entonces, ¿por qué sigo andando con paso firme, muerto de la vergüenza, mordiéndome las uñas, con una sonrisa de oreja a oreja, pero frustrado por ser consciente de estar dejando pasar otra oportunidad de hacer lo que de verdad me apetecía?

Al final, desasosegado, siempre terminas por dirigir tus ojos hacia la cornisa lacada de la ampliación del Reina Sofía, donde el caótico baile de luces blancas y rojas ironizan sobre el atasco de cada mañana antes del amanecer.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Demasiada información


El pitillo es el pantalón estándar. En ocasiones especiales, se valora que sean de colores imposibles.
Se acompaña de unas zapatillas a juego, pero que nadie piense que se puede calzar cualquiera, no. Imprescindible que sean Converse originales. En ciertos ambientes se toleran las Vans e incluso las Victoria.
La parte superior de la vestimenta se completa con una camisa ajustada o una camiseta que evoque a los años 80.
Por supuesto, toda prenda ha de ser adquirida en la calle Fuencarral, preferentemente la tarde del sábado, donde además uno puede lucirse mientras toma nota de cómo evoluciona la moda. Es un plus que te des dos besos con alguno de los dependientes de Energy, Gas, Glam, VAS, G-Star o Jack&Jones.

El pelo tendrá el largo suficiente como para poder jugar con él. Las puntas algo abiertas proporcionan un toque de brillante dejadez. Es de apreciar un ligero flequillo, implementado de manera estudidamente descuidada. El look conjunto debe desprender un aire de decadencia, como de estar fuera de lugar.

Como complemento, se pueden aportar unas gafas de pasta, incluso si no se requiere graduación.

La música se configura como un elemento sinequanon de cara a sentirse incluido en la categoría de nuestro interés. La que resulta apta para escuchar se fabrica en regiones al norte del paralelo 32. Se puede definir como postrock electrónico, marcadamente acústico y con reminiscencias de juglares medievales.
Hay que bailarla con una especie de tics nerviosos, que van de delante hacia atrás. Es muy importante que parezca que te vas a escolingar en cualquier momento. De manera caóticamente acompasada, se debe proveer un ligero movimiento de cabeza, que se llega a tornar algo más brusco según nos vamos sintiendo embebidos por los sonidos de carácter metálico.
Se puede disfrutar de ellos en directo, asistiendo a conciertos de grupos con nombres impronunciables que sólo una élite conoce. Si no existe esta posibilidad, hay que dejarse caer los viernes por el Ocho y Medio, mientras que los sábados se acude en masa al Elástico.
Para escucharla en los desplazamientos, el iPod es el reproductor oficial. Sin dicho aparato, se puede afirmar, sin lugar a dudas, que simplemente no eres nadie. Ahora acaba de salir al mercado una nueva generación y todos están muy nerviosos al respecto.

La televisión vuelve a estar admitida, siempre y cuando sea para engancharse a alguna serie. Pero no se ven los canales tradicionales. Aunque también se admite sintonizar la Fox, se prefiere que sean bajadas vía Emule, en versión original subtitulada. Tener una colección de todas las temporadas de al menos dos series de éxito en Estados Unidos proporciona el caché necesario para sobrevivir en la modernidad.


Yo lo intento, pero no sé si llegaré a conseguir ser moderno. Demasiada información a procesar.

lunes, 22 de octubre de 2007

No puede ser verdad


No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad.

Bendito sea el responsable de los castings del gimnasio durante la última semana.

No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad.

Por si fuera poco llegar a cambiarme y observar al de la navaja por fin desnudo (muy bien, pero bien de verdad), a un cachondo con coletilla y perfecto perfecto perfecto, pero perfecto en todos los sentidos... luego me cruzo con él.

No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad. No puede ser verdad.

¿Por qué los sueños se tienen que hacer realidad? ¿No te podías haber quedado simplemente en el ideal de chico? Creo que aún no me podido quitar la cara de tonto ni cerrar la boca en busca del aire que también niegan mis recientes y repetitivos ataques de ansiedad. No es posible que seas tan perfecto y que te haya seguido con la mirada durante una hora porque llenas todo mi campo visual. Prefiero obviar el describirte, no me sentaría bien recordarte. No puedo con esto, lo paso muy mal y seguro que hay quien se puede reir de ello, pero es verdad, lo paso realmente mal. Y esto, manteniéndome asexual, en fin...

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Este Octubre tan extraño acaba con la estabilildad de todos. Desconcierta. Fomenta las lágrimas. Reparte ilusiones. Y mantiene la sensibilidad y la capacidad de sorpresa a flor de piel.

Habrá que renovarse.

Algo tiene que pasar.

domingo, 21 de octubre de 2007

Ya está aquí


Ya me están cambiando las cosas de sitio en el Carrefour Express. Polvorones, turrones, mariscos congelados y cavas comienzan a hacerse hueco, arrinconando a mis productos tradicionales favoritos. Me cuesta localizar el ViveSoy, la leche sin lactosa de President, los canónigos, la pechuga de pavo y los yogures marca blanca que lo tienen todo (0% grasa, muesli, cereales, bífidus, soja). La gente también se empieza a poner nerviosa en la compra y las peleas en la cola de las cajas se prodigan con mayor efusividad.

Mientras tanto, en la televisión los anuncios de juguetes han saltado más allá de la parrilla infantil. Vale, ya sé que había dicho que desde que soy moderno no veo la televisión, pero es que la publicidad sí que me gusta. Por cierto, me gusta también el urbanismo. Y la fotografía.

No ganaron los socialistas las últimas elecciones municipales, no. El carismático Miguel Sebastían prometió tranvía por la Gran Vía y en este momento toda la calle luce una red de cables suspendidos. Pero no es debido a la reimplantación de tan vanagloriado medio de transporte, sino a que los preparativos para colgar la iluminación extraordinaria están muy avanzados. Este año seguro que predominará el blanco, una decoración sobria y minimalista creada por algún diseñador puntero.

Me temo que la Navidad saldrá aquí en más ocasiones venideras. A ver si es para bien. No sé si la veré en Barcelona, porque quizá me vaya antes.

viernes, 19 de octubre de 2007

Frases que me han dicho últimamente


No te puedes ni imaginar lo que me haces sentir cuando me agarras así el culo.


¡Qué desagradable! ¡Cuánto pobre hay por aquí!


¿Quién te llena ahora el armario de desayunos bonitos?


Si no te hubieras corrido tan pronto el primer día, probablemente no me habría enamorado de ti.


No puedes engañar a nadie, tu casa demuestra que eres un treintañero, gay y economista.


Me voy a tirar por un puente.


¿Te puedo hacer una broma muy cruel, muy mala y de zorra asquerosa?


Te encantaría verme con mi corbata rosa, te lo aseguro.


Echo de menos tus abrazos.


Te odio, cabronazo.


Tienes un cierto perfil griego.


Tengo dentro una mezcla que no comprendo, tendré que identificar sus ingredientes.


¿Qué tal estás, David?


Si te conozco muy bien, ya sé yo cómo te tomas las relaciones.


No te depiles, anda.


Veo que te estás mareando.


Otra vez me está volviendo a pasar lo mismo de siempre.


Todos los de Madrid sois iguales.

lunes, 15 de octubre de 2007

Fenómenos atmosféricos


El ambiente se había vuelto gélido en los últimos días. El anticiclón de las Azores señoraba desde hacía dos semanas la zona oeste de la Península. La absoluta estabilidad atmosférica desembocó en una niebla que se había adueñado de los valles del interior. Desde el martes pasado no se veía el sol. Las noches incluso parecían más largas de lo normal. La gente caminaba por la calle muy rápido, embutida en prendas de piel y lana que apenas dejaban al descubierto algunas zonas de su cara que, en seguida, se tornaban rojas. La humedad se apoderó definitivamente de la ciudad. Una humedad que penetraba hasta las mismas entrañas y calaba los huesos.

Desafiando la climatología, paseaba contigo por la ribera del Carrión. Cuando nos aproximábamos al puente medieval, la niebla, de repende, cayó congelada. Finísimos copos de nieve arrastraron el frío y dibujaron alrededor un espejismo blanco. El hielo se quedó agarrado a las ramas de los árboles y sobre la hierba del camino. Así, la cencellada arrasó la visión borrosa por treinta segundos. Despejó y salió el sol. Los rayos enfocaron directamente hacia tus ojos, cuyo color nunca acierto a describir. Menos aún cuando me paralizo, embobado, mirándote. Como ahora. Estás tan guapo... Dios, quiero que dure esta sensación siempre. Quédate conmigo. Mejor aún, ven aquí.

El desparrame de luz se prolongó exactamente durante siete minutos. Pero calcular el tiempo que me llevó descubrir que estoy obsesionado por ti, resulta impredecible. No sé cuánto tardé en dejar de temblar y no precisamente de frío. Empiezo a encogerme por dentro, a continuación dejo de sentir los brazos, la vista termina por fallar y ya no puedo dejar de tiritar.

Tras esos siete minutos, el sol se volvió a ocultar entre la densa niebla. Oscureció de nuevo y las lágrimas se me quedaron congeladas sobre tus mejillas, en la orilla del río.

viernes, 12 de octubre de 2007

No sé si esto es otoño


Había pensado seguir el consejo de nuestro Jefe de Estado en la clandestinidad: pasar el día de la Fiesta Nacional en la intimidad de la familia, como Dios manda, adorando a la bandera y recordando las hazañas del Rey. En fin, convertirme en un patriota de verdad. Pero va a ser que lo único que hago para resultar digno de mi españolidad consiste en hablar catalán en la intimidad.

Decidí disfrutar de la jornada fuera de casa, captando los signos de este otoño que pretende acabar inequívocamente con el calentamiento global. Algunos árboles ya van cambiando de color, adoptando tonos rojizos; las castañas pueblan los parques ribereños; se puede pasear en pantalón corto y camiseta sin mangas; se escuchan las cornetas y tambores que ensayan para Semana Santa... Está todo tan loco. Y yo sigo asexual. Y conservo sensaciones de las que me debería desprender. A por otras, me voy a lanzar en plancha.

Una imagen: un padre algo menor que yo (sí, parece mentira que exista alguién más joven que yo, pero los hay), paseando por un parque con una silla de niño pequeño y un perro. En un día de fiesta. Por una capital de provincias. ¡Cómo me agradezco a mí mismo haber elegido un tipo de vida completamente diferente!

martes, 9 de octubre de 2007

Lo bueno


Llego a casa y no hay nadie. Ni siquiera enciendo ya la televisión, con tal de ser moderno lo que sea. Eso sí, saco el ordenador del lugar donde pasó las últimas horas. Y abro gmail, para ver quién me ha comentado.

Vascos rojillos, valencianos salidos, catalanes inalcanzables, sevillanos entrañables, palentinos emigrantes, pucelanos cercanos, burgaleses sonrientes, cántabros misteriosos, artistas chilenos, escritores cordobeses, riojanos de crianza, murcianos soñadores, granadinos divertidos... Y madrileños, muchos. De ésos que son de gallegos, andaluces, canarios, peruanos, castellanos... E incluso de Alcorcón. Esta ciudad acoge a mis amigos. Y todos vosotros me hacéis compañía.

Mucho mejor centrarse en lo bueno, sí. Se ahorran esfuerzos que fácilmente pueden despilfarrarse con quien no sabe valorar las cosas que tiene delante. Lo bueno es dejarme abrazar, querer achucharte, contarnos nuestras historias, decirte que te echo de menos, creer que te puedo ayudar, besarte en la mejilla, sonreirnos de manera cómplice, insultarnos cariñosamente, no poder dejar de pensar en ti. Lo bueno son tus consejos, el cine italiano, el teatro independiente, la danza contemporánea, unas cañas por La Latina, una exposición surrealista, la calle Fuencarral, una tosta en Argumosa, el restaurante del sábado, un concierto improvisado, el viaje de todos los años, el fresco de tu terraza, una mirada ilusionada.

Lo bueno es querer ser feliz.

Vale, sí, estoy sensible. Pero me encuentro bien.

domingo, 7 de octubre de 2007

Haciéndome guay


Me pasé el viernes por la noche tirado en casa, tras sesión de limpieza y perrería varia. Volví a ver una película, intentando, con éxito, que existiera una conexión virtual. Mientras tanto, me emborrachaba con una botella de vino de La Mancha.

Estuve en un concierto de un grupo que apenas conocen unos pocos frikies.

Recuperé a personas que nunca debían haberse perdido.

Me despedí, por fin, de otros que mejor no hubieran aparecido.

Me siguió faltando el que tú sabes.

Aprendí a escribir "te echo de menos" sin que me diera vergüenza.

Me gasté otra vez más dinero de lo que me puedo permitir: los dependientes de la calle Fuencarral ya casi me saludan por mi nombre. Todo sea por contribuir a fomentar el crecimiento económico de este país, tras las últimas turbulencias de liquidez bancaria que están generando un clima de desconfianza hacia el sector financiero.

Mis abrazos brillaron por su ausencia.

Recibí un sms que me llenó de alegría.

Probé lo que es un brunch y me gustó.

El café me supo muy rico en mi videoclub favorito.

Averigüé también que los anónimos son muy interesantes.

Confirmé que las lentejas cocinadas a las 11 de la noche quedan mucho más ricas.

Y el tabaco era de la India.


Éste ha sido mi fin de semana, plenamente consciente. ¡Ah! y me he comprado una webcam. Pero no sé muy bien para qué se usa...

jueves, 4 de octubre de 2007

Viajar en tus brazos


Ha comenzado la temporada de lluvias. Lo que no caiga del 1 de Octubre al 15 de Noviembre luego es difícil de recuperar. El entrañable anticiclón de las Azores se descuelga hacia latitudes más meridionales y deja paso a sucesivas borrascas atlánticas, que penetran en la Península Ibérica desde el Golfo de Cádiz. Tengo complejo de hombre del tiempo. Debí haber estudiado Meteorología, así tendría ocasión de saber de una cosa menos. Cuando más aprendes de algo, la ignorancia es mayor. Y esto aplica especialmente respecto de las personas.

Con la lluvia, Madrid se convierte en un caos. Incluso las glorietas, tan racionalmente configuradas, terminan rigiéndose por la ley de la selva. En la que está en frente de este maravilloso Parque Empresarial, popularmente conocido como la Ciudad de los Sims, confluyen dos carreteras regionales. Empienzan por M, para indicar la autonomía titular. Su denominación está compuesta a continuación por tres números; si fueran sólo dos, indicaría que se trata de una carretera de circunvalación o una vía rápida; las carreteras con sólo un número están reservadas para las autovías radiales que vertebran el Estado con origen la capital del Reino. La primera cifra de las carreteras que atrapan a nuestra finca es un 5, dado que el origen de estos caminos está situado en la porción limitada por las carreteras estatales A-5 y A-6 (la A inicial hace referencia a que son autovías y no llevan una P a continuación porque, al menos en su inicio, no son de peaje). Las dos últimas cifras supongo que seguirán un orden secuencial, pero nunca aleatorio.

¡Qué asco de planificación, de racionalidad, de encajes, de previsibilidad! Me voy a comprar un todoterreno para poder atravesar la glorieta en línea recta. No, espera, mejor no, que este vehículo contamina mucho. Prefiero que me lleves en brazos.

domingo, 30 de septiembre de 2007

De uno a tres


Es domingo. Estoy cansado de limpiar. No quiero planchar. Tampoco tengo plan. Había pensado en cocinar una reserva de croquetas de diferentes clases: de jamón, de huevo, de arroz, de espinacas, de puré de patata. Pero estoy por mirar mejor el cuadro horario de las misas vespertinas. Así al menos saldré y tendría excusa para quitarme el pijama. Y ya puse el relleno del nórdico. Es un edredón. Me falta experiencia con los otros.

Por fortuna, la ausencia de resaca resulta una novedad. Ya salí el viernes y no doy para más. Sobre todo si el día resulta completo. Me encontraba a partes iguales entre asqueado del trabajo y expuesto a la improvisación. No digo más que había quedado para cenar con cuatro mujeres. Yo entre cuatro mujeres. Nunca me había visto en otra igual. Para celebrarlo, me volví a hacer cresta y, con tal de ser moderno, uno se pone hasta pantalones muy ajustados, que luego le impiden subir a la plataforma de la disco sin hacer el ridículo. Aunque el otro día tampoco tenía mucho sentido de esto precisamente. Creo que el hecho de dejar de ser fumador pasivo me ha venido bien. Ahora fumo yo. También en eso estoy hiperactivo. Es un momento muy importante en mi vida y lo quería compartir aquí.

No sé si queda al mismo nivel de importancia que haber conocido, por casualidad, a Mon. O al de confirmar que Amenábar es feo. O que me pone más un cinturón con la bandera de España que a un libertino la CNT.

Todo es consecuencia de lo poco centrado que me hallo últimamente. Mi grado de estabilidad es inversamente proporcional al tamaño de la cosa. A más grande, menos estable estoy. Como para no... Por ejemplo, eso me pasa con la factura del móvil. En los últimos meses la tengo del triple tamaño de lo habitual.

¿Y qué si estoy cariñoso?

jueves, 27 de septiembre de 2007

Contradicción (I)




Uno no debería sentirse solo cuando elige estar solo.


martes, 25 de septiembre de 2007

Entre sueños


Apareciste casi en sueños. Anoche me acosté muy tarde, necesitaba hablar. Y pensar. Por eso esta mañana estaba más cansado de lo habitual. En cuanto me subí al autobús, cerré los ojos, esperando a que dieran las ocho en punto para iniciar el viaje diario. Pero algo me hizo recuperar la consciencia.

La boca del metro de Atocha, salida Infanta Isabel, regurgitaba de golpe decenas de personas. Supongo que recién llegadas de Cercanías. Intuyo que, por su aspecto, de alguna línea procedente del Corredor del Henares. Tú estabas entre ellos. En medio de la masa. Pero te identifiqué en seguida. Fue sencillo, destacas sin que te lo propongas. Mis ojos se escaparon para ir contigo. Mis ojos y creo que también mi ilusión. Una sensación atípica, ésa de padecer una alienación del cuerpo, sentirlo extraño, como que se va. Detrás de ti. De un desconocido.

Supongo que te diste cuenta de que estabas siendo observado porque volviste la mirada hacia mi autobús. Tienes una mirada triste, no sé si por la hora o por las circunstancias. Triste, pero tan profunda... Te mostrastre algo dubitativo, hasta que me localizaste. Sí, soy yo el culpable de que te hayas parado. Porque entonces habías detenido ya tu marcha rutinaria hacia el Paseo del Prado. Y ya no la reanudaste. Al menos yo no te vi. Porque desconozco cuanto duró ese momento en el que ninguno de los dos quiso romper el lazo visual que nos mantenía absortos. Pero sonaron los pitos en la radio y mi autobús arrancó. Y arrancó, de paso, mis ganas de ti.

Sonreíste. Encantador, inocente, precioso. Levantaste el brazo izquierdo e hiciste un gesto con el dedo índice. Primero circular, mirando hacia arriba, ligeramente en horizontal. Luego, marcando directamente hacia el suelo, de manera brusca. Sí. Mañana. Aquí mismo. A esta hora. Y no me subiré al autobús.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Críos, críos, críos


- Tengo mal el estomágo, no creo que pueda beber más.
- Vale, entonces yo me entretengo con el alcohol y tú con los críos.


Pero a ver, los niños muy bien para mirarles un rato y follar y esas cosas. O para impatir unos cursillos de iniciación. Pero estar rodeado de ellos durante más tiempo de lo que deberíamos, termina por agobiar. Fíjate que preferí estar jugando con el yorkshire de al lado, para que no se aburriera mientras sus dueñas se enrollaban entre ellas. Vamos, lo típico, estar sentado en un pub a la 1 de la madrugada, con una copa en la mano y que te esté lamiendo el cuello alguien que lleva un lazo en el pelo.

Este Madrid resulta mucho más pequeño a veces de lo que me gustaría.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Instinto animal


El Restaurante "La Terraza de Vulcano" está de moda. Creo que próximamente será incluido en la Guía Michelín. Se puede probar todo tipo de cocina, italiana, gallega, china... Todavía no he pedido la carta hindú, pero todo se andará. Los postres suelen estar configurados a base de licor de lagarto, pero del bueno. Espero que no fuera familiar de la salamandra que danzaba entre los cactus, pues hace tiempo que no la observo.

Llevo alrededor una coraza de unos 30 centímetros de radio (sin que sirva de precedente, es simbólica: desgraciadamente no hace falta pensar mal). Pocas veces alguien consigue traspasarla. Cuando esto ocurre, se establece una relación de piel. Resulta curioso cómo en esas ocasiones provocamos el roce con las personas que lo han logrado. Abrazos, besos, caricias, con la yema de los dedos, con la palma de la mano, con la mejilla, con la oreja, con la nariz, con los labios. Con todo el cuerpo. Por lo menos en mí, suelen ir acompañados de cosquillas... en el estómago. O de un ligero escalofrío. El otoño está a la vuelta de la esquina. No sé si esto es para mis nervios.

Puede ser el olor característico de su piel o el que proporciona su desodorante, su perfume o el suavizante de su ropa. Desconozco por qué, pero se necesita la cercanía de esa persona. En el mundo animal creo que a eso lo llaman las feromonas, pero en los humanos, tan racionales y estupendos que somos, dicen que no funciona. Ilusos.

A distancia, también es posible sentirse muy cerca de otras personas. No se puede decir que se trate de una relación de piel, pero sí al menos de una curiosidad espontánea. Tengo ganas de fin de semana. Lo voy a comenzar hoy miércoles, para qué esperar.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Centenario


Se acaba el verano. Los signos son inequívocos.

Se modifica el horario de apertura de parques y monumentos por el de invierno.
Ponen otra vez el autobús de las 8 en Atocha.
Se acerca un frente frío asociado a una borrasca situada al noroeste de Irlanda.
Cierran las piscinas.
Comienza el goteo de estrenos teatrales (¡qué ganas!)
La cartelera de cine vuelve a estar algo más decente.
Están llegando niños nuevos a los colegios mayores.

La ventaja del blog es que puedo revisar rápidamente cómo comenzó la estación. Rara. Como luego prosiguió. Evidenciaba ya cansancios, harturas, cambios, evoluciones. Y el otoño se tercia parecido. Pero no ha sido precisamente un tiempo perdido.

Me apetece disfrutar de los días grises de lluvia continua, tan poco habituales en Madrid. Para irme preparando, hay que nutrir la mirada de puntos de color. Hoy Miró no me ha hecho sonreir, sino que me ha hipnotizado. Sigue la línea negra, que envuelve los óvalos de colores, la línea se estrecha, se estiliza, se difumina, se concentra, se pierde... Alguna mancha brilla entre la niebla, guiando a los torpes trazos que se quieren encontrar. Y, de fondo, todo blanco. Me atrae lo catalán, pero visto desde Madrid.

Estoy triste, me gustaría ser de derechas.



Y ya van 100.

martes, 11 de septiembre de 2007

Cosas que no son buenas para el corazón


Para el desayuno, si tengo tiempo, no lo dudo: papilla de 8 cereales con miel. Para la merienda, se convierte en un lujo disponer de galletas Digestive untadas con mermelada de fresa. Y en una cena especial, no puede faltar potito de ternera con zanahorias.

En fin, soy así, fijación por lo infantil.

Y por la calle le elijo a él. Tengo mirada selectiva y le enfoco con demasiada facilidad. En caso contrario, no alcanzo a entender que haya viajado con él en avión, que le haya visto en Barcelona, que coincidamos de compras por Fuencarral y en el H&M, de copas por La Latina, mariconeando por Chueca (tantas veces), en Malasaña, en Cool, en Noviciado... Circulaba yo ensimismado calle Pez arriba, dirección El Palentino, cuando veo acercarse por mi derecha, sobre la acera de la calle Minas, una figura que desprendía luz. Me quedé paralizado. Intenté continuar mis pasos, sin conocer aún que se trataba de él, pero tuve que regresar para volver a mirar. Me gusta observar las cosas bonitas. Me sorprendí al reconocerle: se ha cortado el pelo, las patillas ya no son tan pronunciadas, anda con chanclas playeras, viste pantalón corto, color caqui, y una camiseta negra, más bien ancha, pero que apenas le llega a cubrir la ropa interior, que no son calzoncillos, sino un bañador de Energy, muy pequeño y de verdad que sé bien cómo es porque esta pasada primavera iba a menudo al store de la calle Fuencarral a estudiarlo detenidamente, imaginándomelo sobre el cuerpo de una persona a la que nunca se lo llegué a regalar. Y lleva de atrezzo un perro minúsculo, más feo imposible, sin duda para que en ningún caso pueda llegar a distraer la atención y centrarla en él. Guapísimo. Le sigo por toda la calle, me paro en escaparates para justificar mi repentina adaptación a su ritmo, que es muy lento, porque el perro se para a mear en todas las esquinas. Se va subiendo la camiseta. Por delante. Por detrás. A ratos deja al descubierto parte de su pecho y de su espalda. Hasta que me obligo a retirarme de la escena, porque puedo jurar que lo estoy pasando muy mal.

Conozco dónde vive, dónde desayuna, dónde puedo encontrarle en cada momento según avanzan las noches de fin de semana. Desde luego no me planteo perseguirle o acosarle. Aunque me pasaría horas delante de él, sin inmutarme. Me da igual que tenga una polla tremenda; que no bese cuando está follando, ya sea porque así se siente menos culpable cuando pone los cuernos a su novio o porque eso lo deja para ocasiones más especiales; que se meta de todo; que sea un creído y un chulo... Todo eso me causa indiferencia, casi tanta como su actitud hacia mí. Yo lo único que quiero es mirarle.

Ya queda menos para que vuelvan los estudiantes a Madrid.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Matemático camuflado


No hay películas redondas en el cine español. Y yo no estoy por la labor de ampliar curvaturas. Me resulta tan misteriosa la cuadratura del círculo... En mi época escolar, era tan torpe dibujando que casi no sabía hacer una O con un canuto. El compás siempre se movía imprevisiblemente antes de finalizar la circunferencia.

Vuelta a empezar. Marcha atrás, con pequeñas variaciones que impiden digerir situaciones pasadas y centrarme en rumiar el presente. No sé cerrar etapas. Dejo sin completar la línea que acerca el principio al fin y aquí ni siquiera vale el teorema del punto gordo. Me sigo acordando demasiado de ti. A veces me vienen a la mente otras personas que ocasionaron momentos puntuales de placer. Que alguien me explique si resulta posible echar de menos sensaciones, pero no a quien las provocó. Sólo das señales esporádicas de que sigues existiendo, pero no me llena lo suficiente. Por no hablar del trabajo, que se ha convertido en algo tan anodino desde que ya no estás. Y lo injusto que fui contigo me ocasiona aún vértigos improvisados.

Según avanza Septiembre, el ambiente se va enfriando, sobre todo por las noches. Al igual que yo. La lluvia acerca la llamada de Lisboa, que quiere calcular de nuevo el área de este segmento temporal.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Deposite aquí sus ilusiones



Por favor, respete el límite de velocidad. Mensaje curioso cuando te hallas en medio de un atasco infernal, atravesando un interminable túnel que te dispara desde el mismo centro de la ciudad y te escupe, muchos kilómetros después, junto a un bosque de encinas. Hay calles alfombradas de luces rojas y otras engalanadas de blanco. Las primeras, las menos, las ocupan aquéllos que escapan de la multitud hacia algún parque empresarial o polígono industrial de la periferia. El resto están invadidas por los vehículos de quienes acuden al calor de la ciudad. Madrid agota y acoge.

No resulta una hora propicia para moverse por cuestiones de ocio sorteando la selva madrileña. O sí, quién sabe si alguien vuelve o se va tras disfrutar o prolongar una noche loca. Toda la noche del jueves de fiesta. Me está volviendo a apetecer. Hay alguna persona que circula por la acera a un ritmo considerablemente menor que el resto. La ausencia de prisa delata que no acaba de abandonar su casa. Seguro que ha tenido un plan interesante, pues sus ojos, atacados ya por el sueño, aún no han eliminado los restos de una engañosa sonrisa.

Otros tampoco han dormido esta noche en casa. Ni ayer. Ni la semana pasada. No tienen casa. Se acurrucan, tapados con una manta, en un banco de láminas de madera. O junto a la entrada del museo. O en el hueco de un cajero automático. O sobre una rejilla de ventilación del metro, aprovechando el aire caliente que asciende desde el corrompido subsuelo. Ciertamente, se puede calificar de privilegiados a aquellos que sí han dormido bajo techo, aunque fuera hacinados dentro de un maloliente cubículo, junto a unos cuantos compatriotas. Los mismos "sin papeles" que ahora se agolpan para hacerse ver mejor en la glorieta de Atocha, a la espera de que alguna furgoneta les recoja de manera clandestina y les transporte hacia cualquier obra ilegal donde jugarse la vida. Si es que todavía siguen vivos.

Las miserias urbanas pasan desapercibidas en el largo amanecer de Madrid.


lunes, 3 de septiembre de 2007

Como para olvidarlo


Interrumpió de golpe mi empeño en reducir de forma drástica algunas zonas raras de mi cuerpo que han surgido como consecuencia de los atracones de comida de estas vacaciones. Estaba practicando algunos abdominales, mientras veía Heidi en el monitor, que había regresado ya de Frankfurt y se había vuelto a instalar en las montañas. Pasó delante de mí, con su figura estupenda: pelo muy corto, moreno, ojos verdes, labios intensos, piercing en la ceja izquierda, aros en las orejas, depilado, delgado pero fibrado, un poco más bajo que yo. Muy joven. Se situó en la cinta para correr durante unos veinte minutos a un ritmo que permitía distinguir con claridad los movimientos de su culo perfecto, redondo, presumiblemente prieto.

No pude dejar de (ad)mirarle durante toda la sesión. Elegí las máquinas que me permitieran tener mejor visión de lo que estaba haciendo en cada momento. Me pareció que nuestras miradas se cruzaban en algún instante, pero no podía ser. Estaba seguro de que él era hetero, así que me le tenía que quitar de la cabeza.

Con el calentón, me fui a las duchas antes de lo previsto, pero decidí pasar por la terma, pues dicen que sienta bien para la piel. Sólo había un señor barrigudo, que no me quitaba ojo de encima. Tras mostrar en varias ocasiones mi incomodidad, se terminó por marchar. El reloj de arena indicaba que aún me quedaban unos cinco minutos de estancia, cuando entró el. La piel, bastante morena, le brillaba todavía de sudor y sólo se cubría con una mini toalla blanca que no conseguía rodearle del todo la cintura. Sin embargo, enseguida se la quitó. Hola, dijo al cerrar la puerta, mostrando una media sonrisa alargada. Le respondí con otro hola, o al menos eso creo, pues no estoy seguro de que me saliera voz tras apreciar unas proporciones tan bien configuradas. Yo estaba apoyado contra la pared y él fue a situarse en la misma posición, justo a mi lado. Entre el calor, la humedad ambiental y los nervios, el corazón me latía con tal fuerza que en cualquier despiste se podía escapar de mi pecho. ¿Está hoy especialmente fuerte?, preguntó de pronto. Está que se sale, pensé yo, aunque él escuchó que sí, que se soportaba bastante mal y que seguro que se estaría mejor tomando una caña en una terracita. No sé por qué solté tal tontería, pero en el estado en que me estaba transformando no era capaz de procesar las ideas con coherencia. Durante la especie de conversación que siguió, él no abandonó en ningún momento un cierto aire malicioso que me ponía enfermo. Me dijo que se llamaba Quim (no quise preguntar de dónde venía el nombre) y que había empezado el gimnasio hacía un par de semanas, pero que no había conseguido ir aún más que tres días porque era muy vago. Ni falta que te hace, sugerí yo, aunque no sé si lo llegué a expresar en voz alta. ¡Qué bien! Me estaba volviendo sociable cuando más convenía. Todo esto al tiempo que él ocultaba pudorosamente algunas zonas que mi zoom óptico intentaba descifrar. Bueno, no puedo más, dijo al fin, está demasiado alto. Sí, yo también me voy, dije siguiéndole, tras darme cuenta de que Quim ocupaba algo más de volumen en el espacio que cuando entró. ¿O sería impresión mía?

Las duchas del gimnasio son cerradas, pero dejó la puerta entreabierta, así que aproveché para ponerme en la de enfrente. No pude evitar empalmarme al observar cómo se tocaba encremándose y cómo le resbalaba el agua por la cara, por el pecho, por la espalda, por las piernas... Incluso parecía que era consciente de que le miraba y que provocaba la situación. Esto no me puede estar pasando, trataba de convencerme, es un sueño erótico y en cualquier momento me caeré de la cama. Tras secarse, se fue a los vestuarios. Yo, por disimular y esperar a que se pasaran ciertos efectos, esperé un par de minutos. Así que, cuando llegué a cambiarme, él ya se había puesto un slip blanco que dejaba poco espacio para colocar en diagonal su tremenda polla. No me volvió a decir nada. En esto, me di cuenta de que se me había olvidado llevar ropa interior de repuesto, así que me tuve que poner directamente el pantalón pirata. Se me caía y encima la camiseta sin mangas me quedaba también corta, con lo cual el espectáculo estaba asegurado.

Salimos a la vez, de forma que cuando fuimos a recuperar nuestra tarjeta de acceso en recepción, me soltó, de repente: Después de lo mal que lo hemos pasado en la sauna, ¿te parece que vayamos a una terraza a tomar la caña que decías? Me quedé helado, apenas sabía qué responder. Ni siquiera me convenía hablar, para que no notara que la voz me temblaba. No obstante, me salió un ¡buena idea!, ¿alguna sugerencia? Me dijo que vivía cerca de Tirso de Molina, así que podíamos ir por Lavapiés. Encima era vecino, no creía que pudiera soportar la situación. ¿De qué iba este chico? ¿Me estaba tomando el pelo? Sin embargo, de camino a la sombra de una terraza de la calle Argumosa, la conversación fluía con naturalidad. Me contaba de su vida, que es de Valencia, que tiene 19 años y que lleva en Madrid sólo un año, pues está estudiando Periodismo y a estas alturas del año está ya en el piso que comparte con dos colegas porque tiene examen de una asignatura de Derecho que le ha quedado. Incluso hacía pinitos como escritor, pues recién terminaba una novela para niños. No me llegué a enterar de mucho más, puesto que mi cabeza sólo daba para reflexionar sobre lo bueno que estaba y si pretendía algo inverosímil. Parecía también interesado en conocer cosas de mí y le proporcioné algunos pequeños titulares. Por sus preguntas y respuestas deduje que sí, que tenía que ser gay, aunque esta conclusión es la que suelo obtener tras analizar al 80% de la humanidad, así que no me extrañó.

Ya era más tarde de lo que pensaba cuando nos levantamos de la terraza y nos miramos como diciendo ¿y ahora qué? No puedo con estas situaciones así que opté por lo habitual, sugerir que podíamos ir a comer algo. Aceptó y apostó por una pizzería que conocía, donde amasan la base artesanalmente delante de ti. Mi estómago no daba para mucho ante la proximidad de un polvo que se estaba haciendo cada vez más seguro. Sus ojos ya me lo estaban confirmando. Terminamos rápido de almorzar y no sabía cómo continuar. Probé a sugerirle que le acompañaba a casa. Dijo un ¡vale! que me apenó, pues no mostraba excesiva convicción. Nos paramos en la esquina de la calle Cabeza. Me miró con aire de niño bueno y me señaló que si no estuvieran los pedorros de sus compañeros de piso, me invitaría a tomar café en su casa. Mierda, malditos compañeros. En fin, me quedaba la última opción. Si quieres, aprovechando además que ahora es cuesta abajo, te invito yo en la mía, probé a decirle. Me sonrió, como dando a entender que parecía que nunca se lo iba a proponer. Y a la sonrisa le siguió un pico. Con lengua. Tuve una erección inmediata.

Bajamos por la calle Olivar muy cerca el uno del otro, tropezando intencionadamente con los adoquines para justificar algunos roces. Hasta que, cansado de disimular, le introduje la mano en el bolsillo trasero de su vaquero pitillo, acariciándole. Me respondió agarrándome por la cintura. No podía más. Antes de entrar en Ave María le aparté contra un portal y le besé como si en aquel momento me fuera la vida. Pasaban algunos moros con cara de sacarnos la catana el cualquier momento, pero me daba igual. Me distraía a veces con el aro incrustado en su oreja izquierda. Ya que estaba por la zona, también aprovechaba para morderle suavemente el cuello. Quim siguió el proceso, apretándome hacia él y comunicándome con su cuerpo que tenía algo en su bragueta dispuesto a entrar en acción. Me metía mano hasta distancias a las que no parecía que pudiera llegar. Se dio cuenta de que no llevaba calzoncillos y esto le pareció excitar aún más. Le dije ya sin reparo que o subíamos rápido a casa o le follaba allí mismo. El muy cabrón, de forma entiendo que irónica, se lo pensó un instante. Sólo acertó a decir ufff, vamos.

Al entrar en mi portal le fui desabrochando los escasos botones de su camisa ajustada. Poco a poco fui descubriendo el mismo cuerpo que en el gimnasio me parecía un espejismo. Al entrar en casa, poco nos faltaba ya por quitarnos. Si a mi vecino del tercero le hubiera dado por estar en la mirilla (como suele hacer cuando subo por las escaleras), no sé en qué habría derivado la situación. No llegamos a la cama. Me tiró allí mismo, en el sofá. Se sentó encima de mí y seguimos sintiéndonos, comiéndonos, chupándonos, lamiéndonos, disfrutándonos. Le rodeé primero el pecho y luego los bíceps con mis dos manos para comprobar mejor si lo que veía era cierto. Sí, estaba muy duro. Su piel era tan suave que me permitía deslizar los dedos sin apenas tocarle, abriendo camino a una lengua, la mía, que estaba deseosa de rebuscar entre todos y cada uno de sus pliegues. Me detuve especialmente alrededor de su ombligo, pequeño y redondo, para luego bajar hacia zonas ya húmedas. El vello púbico, muy negro, recortado y rizado, se superponía ligeramente al inicio de su huevos. Y a partir de ahí, ni un pelo más.

En busca de accesorios protectores, le cogí en brazos para arrastrarle a la cama. Me sentía fuerte, potente. Y allí siguió el polvo más espectacular de mi vida. Por fin pude ensayar sin restricciones algunas de mis posturas favoritas, que había aprendido con Belami. En cuanto le penetré, el niño parecía poseído, cambió incluso la voz. Me animaba a seguir con ese aire chulesco que tanto me pone, pero su movimiento de cadera era tal que más bien parecía que era él quien me estaba follando. No tardó demasiado en correrse, de hecho me hubiera gustado que durara más. Me lo anunció al son de un gemido de me voy, tío, mientras se encontraba a cuatro patas. Me hubiera gustado verte, me quejé. Aún tienes oportunidad, respondió sorprendiéndome. Entonces, se dio la vuelta, se colocó de rodillas junto a mí y se empezó a pajear con un ritmo frenético. Yo no pude más que masturbarme mirándole y tan sólo unos segundos después llegamos simultáneamente al orgasmo del siglo. Él por segunda vez, yo expulsando la mayor cantidad de semen que recuerdo haber visto.

Por vergüenza y (en caso de que él algún día llegue a leer esto) por necesidad de guardar algo la intimidad, prefiero no dar detalles de los aspectos más morbosamente especiales. Pero sirva como resumen que creo que tengo que pintar las paredes de mi habitación y que mi descontrol llevó a que se despertaran de la siesta los perros del vecindario.

Quim me confesó que pretende hacerse más responsable e ir dos días por semana al gimnasio, en principio martes y jueves. Mañana es martes. He vuelto a quedar con él.

Queda inaugurada la nueva temporada otoño - invierno.

martes, 21 de agosto de 2007

Piedras de justicia


Tengo la cabeza llena de fotos en las que me metías, pícaro, un dedo en la nariz, cuando no dejabas de reñirme por hacerlo yo. Te encantaba putearme no dejándome respirar, simplemente rozándome esta nariz rota que me ahoga con facilidad.

Los desayunos se reponían solos en el armario de encima del frigorífico y rara era la tarde en la que faltaba la mirienda. Siempre dejabas algo en tu plato porque te gustaba que rebañara los restos. Disfrutabas viéndome y, sobre todo, dándome de comer de tu propio tenedor. Yo procuraba prepararte a cambio menestra palentina, crema de calabacín y pechugas de pollo a la naranja.

Me considerabas perfecto, hasta que te diste cuenta de que soy muy de andar por casa.

Me llegaban a salir cardenales de todo lo que me tocabas el bracito. Me dolía de intentar ponerlo cada vez más duro.

Me sentía relajado cuando te quedabas dormido con la cabeza apoyada sobre mi pecho.

Fuiste el taxista sin el que no podría haber llegado ni a la mínima expresión de lo que soy ahora.

Me hacías muchos regalos improvisados, siempre cargado de ilusión por sacar esto adelante. Yo actué como un rancio.

Extremadura, Almería, Sevilla, Segovia, Ávila, Pirineos, Costa Brava, País Vasco, Cantabria, Toledo, Cuenca, Soria, Barcelona, Peñíscola, Valencia, Lisboa, París... quedarán marcados para siempre.



Éste era mi futuro. Lo dejé porque me faltaba algo. Tiempo. Inspiración. No sé, igual quien faltaba era simplemente yo. Lo siento, me fui muy pronto. Probablemente de manera injusta para ti. Y para mí. Siempre he confundido el orden adecuado en el que se hacen las cosas.

Por favor, no me digas que ahora te doy pena. Sí, estoy cambiando. Aunque creo que es un cambio desde dentro, en el que, sin embargo, no estoy dejando de ser yo mismo. Quizá acentúo algunos aspectos que te parecen nuevos, pero es simplemente una forma de abrirme a un nuevo exterior. Lo provoco un poco, no sé si se me da muy bien. Me da vértigo la nueva situación. Contigo todo parecía mucho más fácil. Tenía más dependencia de ti de la que te imaginas. Para todo. Y no creo que encuentre nunca a alguien como tú, probablemente la mejor persona que he podido conocer. Sin embargo... ahora necesito estar solo. Y te dejo escapar. Soy una pura contradicción.


Estoy tranquilo. Por fin. Al menos ya no siento que me muero por dentro. Eso es bueno, ¿no? Y tengo ganas, pequeñas, pero ganas de empezar otra vez y olvidarme de que ésta y cualquier otra ciudad a veces está tan triste como yo. Y notar que estoy cambiando, aunque solo sea un poco. Bueno, si es mucho, mejor. ¿Has visto qué egoístas nos volvemos cuando estamos solos? ¿Tú crees que nos enamoramos solo para no estar solos? Espero que lo que tienes ahora sea lo que siempre soñaste tener. ¿Dónde irán los sueños cuando no los conseguimos? Porque a algún sitio tienen que ir. Aunque creo que al final los sueños no son más que una excusa, pero una excusa muy gorda: son la excusa para vivir. Por eso a veces también se convierten en la mirada nostálgica de lo que nunca fuimos. ¡Qué putada, PeKe, asumir que nunca serás lo que siempre deseaste! Ni esperarlo siquiera. ¡Joder! Deseo, deseo, deseo, deseo... Quiero con todas mis fuerzas ser feliz, y con eso hacer un poquito felices también a los que me rodean. Eso es lo que siempre quise. Besos.



Pronosticaba un verano raro. Tengo que pasear al sol para calentarme en este agosto sin sentido. Me he quedado frío. Te debía este post. También a mí.

domingo, 19 de agosto de 2007

Collage



Cuando en los carteles de la carretera indica Sevilla, la única habitación que te puede tocar es la 130. Claro que sí. Podría contar mi vida uniendo casualidades. Aunque ya no me apetece quedarme aquí, sentado, esperando la casualidad de mi vida.

Suenan las campanas de San Lorenzo, acompañadas del ruido de las motos en la República Checa, mientras ShinChan intenta vencer la fuerza de un tifón.






Se acabó.
Hic Sita Est.
Sit Tibi Terra Levis.