martes, 21 de agosto de 2007

Piedras de justicia


Tengo la cabeza llena de fotos en las que me metías, pícaro, un dedo en la nariz, cuando no dejabas de reñirme por hacerlo yo. Te encantaba putearme no dejándome respirar, simplemente rozándome esta nariz rota que me ahoga con facilidad.

Los desayunos se reponían solos en el armario de encima del frigorífico y rara era la tarde en la que faltaba la mirienda. Siempre dejabas algo en tu plato porque te gustaba que rebañara los restos. Disfrutabas viéndome y, sobre todo, dándome de comer de tu propio tenedor. Yo procuraba prepararte a cambio menestra palentina, crema de calabacín y pechugas de pollo a la naranja.

Me considerabas perfecto, hasta que te diste cuenta de que soy muy de andar por casa.

Me llegaban a salir cardenales de todo lo que me tocabas el bracito. Me dolía de intentar ponerlo cada vez más duro.

Me sentía relajado cuando te quedabas dormido con la cabeza apoyada sobre mi pecho.

Fuiste el taxista sin el que no podría haber llegado ni a la mínima expresión de lo que soy ahora.

Me hacías muchos regalos improvisados, siempre cargado de ilusión por sacar esto adelante. Yo actué como un rancio.

Extremadura, Almería, Sevilla, Segovia, Ávila, Pirineos, Costa Brava, País Vasco, Cantabria, Toledo, Cuenca, Soria, Barcelona, Peñíscola, Valencia, Lisboa, París... quedarán marcados para siempre.



Éste era mi futuro. Lo dejé porque me faltaba algo. Tiempo. Inspiración. No sé, igual quien faltaba era simplemente yo. Lo siento, me fui muy pronto. Probablemente de manera injusta para ti. Y para mí. Siempre he confundido el orden adecuado en el que se hacen las cosas.

Por favor, no me digas que ahora te doy pena. Sí, estoy cambiando. Aunque creo que es un cambio desde dentro, en el que, sin embargo, no estoy dejando de ser yo mismo. Quizá acentúo algunos aspectos que te parecen nuevos, pero es simplemente una forma de abrirme a un nuevo exterior. Lo provoco un poco, no sé si se me da muy bien. Me da vértigo la nueva situación. Contigo todo parecía mucho más fácil. Tenía más dependencia de ti de la que te imaginas. Para todo. Y no creo que encuentre nunca a alguien como tú, probablemente la mejor persona que he podido conocer. Sin embargo... ahora necesito estar solo. Y te dejo escapar. Soy una pura contradicción.


Estoy tranquilo. Por fin. Al menos ya no siento que me muero por dentro. Eso es bueno, ¿no? Y tengo ganas, pequeñas, pero ganas de empezar otra vez y olvidarme de que ésta y cualquier otra ciudad a veces está tan triste como yo. Y notar que estoy cambiando, aunque solo sea un poco. Bueno, si es mucho, mejor. ¿Has visto qué egoístas nos volvemos cuando estamos solos? ¿Tú crees que nos enamoramos solo para no estar solos? Espero que lo que tienes ahora sea lo que siempre soñaste tener. ¿Dónde irán los sueños cuando no los conseguimos? Porque a algún sitio tienen que ir. Aunque creo que al final los sueños no son más que una excusa, pero una excusa muy gorda: son la excusa para vivir. Por eso a veces también se convierten en la mirada nostálgica de lo que nunca fuimos. ¡Qué putada, PeKe, asumir que nunca serás lo que siempre deseaste! Ni esperarlo siquiera. ¡Joder! Deseo, deseo, deseo, deseo... Quiero con todas mis fuerzas ser feliz, y con eso hacer un poquito felices también a los que me rodean. Eso es lo que siempre quise. Besos.



Pronosticaba un verano raro. Tengo que pasear al sol para calentarme en este agosto sin sentido. Me he quedado frío. Te debía este post. También a mí.

domingo, 19 de agosto de 2007

Collage



Cuando en los carteles de la carretera indica Sevilla, la única habitación que te puede tocar es la 130. Claro que sí. Podría contar mi vida uniendo casualidades. Aunque ya no me apetece quedarme aquí, sentado, esperando la casualidad de mi vida.

Suenan las campanas de San Lorenzo, acompañadas del ruido de las motos en la República Checa, mientras ShinChan intenta vencer la fuerza de un tifón.






Se acabó.
Hic Sita Est.
Sit Tibi Terra Levis.

martes, 14 de agosto de 2007

Exceso de atención


Tengo 17 plantas: un bonsai de ginseng, una eschelfera, una begonia, una zamioculcas, una calathea, cuatro cactus, otra a la que no le puse nombre, tres geranios, dos claveles chinos y dos petunias. Quizá son demasiadas para un mini piso, pero me gustan. Algunas no gozan de buena salud. Últimamente comienzan como a estar blandas, cambian de color y se les caen las hojas. Probé con múltiples opciones de cuidado: emplear substrato vegetal de otra marca, abonar con fertilizante especial para plantas verdes, regar con agua reposada de un día, podar las ramas secas, cambiarlas de ubicación... He terminado por consultar con la rumana experta en la materia, que vende en el mercado de las flores de Tirso de Molina, y ha concluido que mi problema es que las presto demasiada atención. Abuso del riego y mis plantas no pueden llegar a procesarlo.

En adelante, pues, tengo que intentar no estar tan encima de ellas, asumiendo su independencia. Además, estaba adoptando una técnica de suplantación: en cuanto observaba el más mínimo riesgo de fuga de una flor, procedía de inmediato a intentar sustituirla. Por tanto, durante el correspondiente período de agonía, contaba con la compañía de otra más joven, más atractiva, llena de vitalidad. Contemplaba así, altiva, la irremediable decadencia de su predecesora, a través de un círculo que parecía no llegar nunca a completarse.

Quizá no haga bien en conservar mis flores hasta sus últimos días. Llegadas ciertas circunstancias, sólo les queda marchitarse. Entonces, ambos sabemos que nuestra relación ya no tiene sentido. Lo complicado es identificar dicho momento. No sé si situarlo ante un tosco ataque de pulgón o una seria plaga de araña roja. En cualquier caso, lo cierto es que entonces ya no queda suficiente oxígeno para ambos. Pero me suelo empeñar en conservarlas, me da pena desprenderme de ellas. También puede simplemente ocurrir que esté acostumbrado a cómo me adornan la casa.

domingo, 12 de agosto de 2007

Mi dedo en tu mano


Es guapísimo, casi parece una niña. El pelo lleno de tirabuzones rubitos le hace contraste con su camiseta azul. Su piel es tan clara que casi entran ganas de rodearle entero para que ni un rayo de sol le pueda llegar a dañar. Y no deja de sonrerir. Lo tengo claro: me quiero parecer a él.

Coincimos en varias salas cinéticas del Reina Sofía. Le sorprende especialmente una instalación realizada a base de bombillas de colores. Se queda mirándola con aire expectante, como si su monótona repetición de encendidos y apagados pudiera interrupirse para ocasionar alguna sorpresa inesperada. Me mira. Parece despistado, pero me mira y me pide que le coja la mano y le acerque a ver con detalle las bombillas de la pared. Le doy un dedo, al que se engancha efusivamente. Este niño de unos dos años tiene un gran futuro por delante. La mente tan despierta que es capaz de asimillar el arte con más sensibilidad de la que otros somos capaces de mostrar. ¡Qué envidia!

Echo de menos días así. Me da mucha pena que la distancia y la dejadez nos impida disfrutarlos más a menudo. Aunque fuera estando borracho, como llevo todo el fin de semana. David, ¿qué te está pasando? -me pregunta el otro. No lo sé -respondo yo. Pero me da un poco de miedo estar tan perdido -pienso, pero ya no me atrevo a decirlo.

martes, 7 de agosto de 2007

Tus mundos paralelos


Un montón de caballitos de colores. El coche fantástico (no comprendo cómo en cierta época su diseño me pudo atraer tanto). Algún que otro animal mitológico. Y acompañamiento de personajes de los dibujos animados que presidieron nuestra infancia.

No sé por qué la vida tiene que transcurrir como en un carrusel de feria. Siempre me encapricho por el caballito de al lado, que suele tener más brillo que aquel en el que estoy sentado. Sus riendas me atraen más, pero sólo mientras no sea yo quien las dirija. Voy cambiando de silla a silla, con un movimiento ficticio que, sin embargo, no me permite avanzar y seguir adelante. Movimientos circulares... en algún momento me saldré por la tangente. La fuerza centrífuga me obligará a descabalgar y pasará factura a la peligrosa forma de entender las cosas que estoy adoptando últimamente.


Las atracciones de feria se disfrutan en el verano. Durante este agosto tan diferente, deambulo perdido en su mundo paralelo. El mismo que, quizá, con suerte, podría haber sido el nuestro.